En 2006, el “Shijian-8” fue
lanzado al espacio con más de 2 mil tipos de semillas, convirtiéndose
en la primera misión con fines agrícolas
Tomates
fucsia, plátanos que crecen en la estepa siberiana y berenjenas de que
pesan diez kilogramos son algunas de las variedades hortofrutícolas
aparecidas en China gracias a los experimentos realizados en el espacio
exterior en los últimos 20 años.
Todo empezó en 1987, cuando un profesor
de la Academia de Ciencias china, Jiang Xingcun, propuso enviar semillas
de diferentes plantas al espacio, dentro de un satélite recuperable,
para observar qué ocurría con su estructura genética.
Al regresar a la Tierra, más de 10 por
ciento de estas semillas habían sufrido mutaciones, algo que el profesor
Jiang achacó a la falta de gravedad, a la radiación cósmica y al campo
magnético.
“Al principio sólo queríamos ver qué
ocurría con el material genético, pero luego entendimos que se podían
generar nuevas variedades: cultivos más resistentes, productivos o
nutritivos”, explicó al periódico Reforma Liu Luxiang, director del
Centro de Investigación de Semillas Espaciales de la Academia China de
Ciencias Agrícolas.
Desde entonces, el país asiático ha
apostado fuerte por desarrollar frutas y verduras “espaciales”. En 2006,
el “Shijian-8” fue lanzado al espacio con más de dos mil tipos de
semillas, convirtiéndose en la primera misión con fines agrícolas.
“En el pasado, Rusia y Estados Unidos
también hicieron experimentos, pero su finalidad era cultivar plantas
terrestres en otros planetas.
“Nosotros, desde el principio,
buscábamos cambios genéticos en las semillas para plantarlas en la
Tierra y alimentar más y mejor a nuestro pueblo”, agregó el profesor
Liu.
Una vez que las semillas regresan a la
Tierra, los científicos chinos estudian las mutaciones que se han
producido, explorando posteriormente si tienen aplicaciones prácticas.
“Hacemos un proceso de selección inicial
y decidimos cuáles cultivamos. Muchas no germinan, otras ni siquiera
son comestibles y algunas presentan cambios estrambóticos, pero sin
ninguna aplicación. Nos interesa la minoría que crecen con cambios
realmente útiles para la agricultura”, dijo el científico.
Uno de los ejemplos de semilla espacial
sin aplicaciones prácticas son los pepinos gigantes, algunos de los
cuales alcanzan los diez kilogramos de peso. Estas verduras son más
costosas y difíciles de cultivar, transportar y comercializar que las
tradicionales.
Sin embargo, otras consiguen pasar las
pruebas sanitarias y llegan a los mercados chinos. Aunque, al no estar
etiquetadas como tal, los consumidores no son conscientes de ello.
En la provincia de Gansu, por ejemplo,
se ha hecho común el cultivo de “pimientos espaciales”, que ya
capitalizan 50 por ciento de la producción total.
Su aspecto no es muy diferente al de los
pimientos normales, pero su textura es más sabrosa y tienen menos
pepitas, características que mejoran el producto, dijo a Reforma Chen
Quanyong, director e investigador de Anhui Gold Land Agriculture
Company, una de las empresas que distribuye semillas.
“Las variedades de semilla que vendemos
nosotros tienen tres ventajas. Primero, una mayor resistencia a las
enfermedades. Segundo, frutos más grandes. Tercero, los frutos cambian
de formas y colores, incluso en una misma planta”, añadió el
investigador Chen.
Fuente: Terra.com
Octubre 22, 2012
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